viernes, 23 de marzo de 2012

Discurso de cierre de campaña de Óscar Martínez


Estimados amigos y compañeros:

Aún siendo este un acto electoral de fin de campaña, aunque estemos  tan cerca de las elecciones del día 25, me gustaría aprovechar la oportunidad que me habéis brindado no para pediros el voto, sino para pediros vuestra confianza y vuestra implicación en el proyecto de centro liberal en el que estamos trabajando (bueno, y ya que estamos, de paso os pediré que nos votéis el día 25).
Por ello, para conseguir vuestra implicación en este proyecto, que no es mío ni de los miembros del partido, sino que quiero que sea vuestro y nuestro. Para ello, quiero explicaros quién soy y qué somos.
Quizá yo no sea el político al uso. Tengo 34 años, no llevo 30 años dedicándome a la política, como los dirigentes de PP y PSOE, y me dedico a ganarme la vida con mi trabajo. En pocas palabras, soy Óscar Martínez Rodríguez, voy a cumplir 34 años, nacido en Vigo, pero con raíces andaluzas puesto que la mitad de mi familia es de Almería, Abogado, Asesor de Empresas y Administrador de Fincas. Eso es lo que soy, y además de eso, tengo inquietudes políticas, por eso me he acercado a la política, porque creo que hay muchas cosas que, en beneficio de todos, deberían cambiar.
Y es que a mi hay dos cosas que no me convencen:
- Los políticos.- Ya que no creo que ser político sea una profesión, sino una vocación. Por ello, nadie puede hacerse eterno en la política, sino que si verdaderamente se tuviera vocación de servicio público, uno se dedicaría a ello temporalmente y, si fuera posible, lo compatibilizaría con un trabajo, en vez de pensar sólo en el sueldo de político, porque existe un gran riesgo de que el “político”, cuando no tiene otra alternativa vital para desarrollar su vida, se preocupe única y exclusivamente de su sillón, y no de los ciudadanos a los que dice representar.
- Los apolíticos.- Porque las decisiones políticas condicionan nuestra vida desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, e incluso cuando dormimos, por lo que no podemos pensar en la política como un mal necesario que no nos incumbe, sino que debemos considerar la política como el instrumento para cambiar las cosas. Y es que, utilizando las palabras de Obama, YES WE CAN, entre todos podemos cambiar la realidad de las cosas.
Una vez explicado quien soy, me gustaría explicaros que somos, que es CDL. Dentro del liberalismo, como sucede en todas las ideologías, hay diferentes interpretaciones y sensibilidades. Nadie debe arrogarse ni la definición ni la representación del liberalismo auténtico, porque sería poco liberal pensar que uno está en posesión de la verdad absoluta.

Aceptado lo anterior, conviene aclarar algunas cosas, dado que la ideología liberal viene sufriendo manipulaciones sectarias, groseras y abusivas por parte de aquellos, tanto de derechas como de izquierdas, que pretenden apropiarse de la concepción liberal como etiqueta en su propio beneficio. Por ello, debe negarse categóricamente que la simple aceptación, forzada y parcial, de ciertos principios liberales, les convierta a unos y otros, en liberales, dado que existen en ambos un componente antiliberal imposible de disimular: No tienen, en síntesis, fe en el individuo ni están dispuestas a centrar en él la acción política básica, sino que están más preocupados en mantener sus infraestructura como partidos.
Por ello han decidido ganar el mayor tiempo posible aferrándose al liberalismo sólo en aquello que les conviene, rellenando sus lagunas ideológicas con el pragmatismo y el oportunismo más absolutos, aún cuando ello les conduzca a posiciones radicalmente contrarias a su esencia ideológica y, obviamente, al liberalismo.
Sin embargo, por más que intenten ocultarlo, sus características básicas acaban emanando de una u otra forma. A los conservadores les sigue gustando conservar y a los socialistas, socializar. Y por ahí, ciertamente, no se va ni se llega al futuro.
Pongamos un par de ejemplos ilustrativos de lo que estoy diciendo. Seguiré para ello a uno de los grandes liberales de la transición y de la época actual, Antonio Garrigues Walker:
  •  No es liberal la persona que confiesa y defiende sentimientos xenófobos o racistas como hace en estos momentos un alto porcentaje de la ciudadanía del mundo occidental.
  • No es liberal la persona que pretende poseer, nada más y nada menos, que la verdad absoluta.
  • No es liberal, en concreto, quien afirma que su religión además de ser verdadera, es la única verdadera y que, por ende, las demás son falsas.
  • No es liberal el que defiende tradiciones o privilegios aunque sean causa importante de desigualdades; ni tampoco el que acepta esas desigualdades como inevitables, e incluso naturales a la condición humana.
  • No es liberal el que coloca a la sociedad como un valor superior al individuo y a la igualdad como un principio que prevalece sobre el de libertad.
  • No es liberal el que mitifica y sacraliza el mercado como la panacea universal. El liberalismo entiende que, por regla general, el mercado es el sistema que permite una asignación más eficiente de los recursos y por ende el que mejor facilita no sólo la creación sino también la distribución de la riqueza. Pero si por cualquier razón ello no fuera así, el liberalismo ha defendido y defenderá inequívocamente la actuación del sector público y su intervención directa, con tal de que el proceso pueda ser controlado en todo momento por la sociedad civil. 

El liberalismo se opone, sin la menor reserva, a toda forma de concentración de poder económico, sea público o privado, y por ello reclama una aplicación estricta de las leyes antimonopolio y de las normas que defienden una competencia leal. El liberalismo no tiene nada que ver con el llamado «capitalismo salvaje» porque este provoca la indefensión y la opresión del ciudadano.
El liberalismo protesta contra un mundo en el que se están acentuando las desigualdades tanto a nivel internacional como nacional, justamente porque se falsifican y se adulteran las reglas del mercado en beneficio de los más poderosos.
No hay peor ni más falso liberal, dicho sea con el mayor respeto, que aquel que limita su liberalismo al mundo económico. O se es liberal en todo o no se es liberal en nada. El liberalismo no es simplemente ni fundamentalmente una teoría económica. Todo lo contrario. El liberalismo concede un valor decisivo, a los planteamientos morales sin los cuales el sistema se encanalla y se derrumba, como ha sucedido y está sucediendo con el sector financiero y el inmobiliario.
Y como muestra, un botón. Cierto es que participamos en los actos de celebración de “La Pepa”, como no podría ser de otro modo, dado que somos democráticos y, en especial, liberales, y LA PEPA no es sino la primera constitución liberal de España, la que abrió paso a las libertades en una sociedad absolutista, la que condujo España hacia la era moderna.
Otra cosa fue la forma de celebrar dicho bicentenario, esto es, celebrando la primera constitución liberal, una constitución centrada en los ciudadanos, con los ciudadanos detrás de una barrera. Eso fue, como mínimo, poco liberal.
Siguiendo a Martin Luther King, os diría QUE HE TENIDO un sueño. He soñado que los ciudadanos nos poníamos de acuerdo para librarnos del yugo absolutista impuesto por la partitocracia y por los tan mencionados mercados. He soñado que los ciudadanos despertábamos de nuestro letargo y nos dábamos cuenta de que en nuestras manos está el cambiar la realidad actual. He soñado que dejaré a mis hijos un mundo mejor que el que me encontré al llegar.
Acabo como empecé. No quiero vuestro voto, quiero vuestro apoyo, vuestro compromiso y ayuda para que no yo, ni los demás miembros de CDL, sino VOSOTROS, NOSOTROS, hagamos todo lo posible para que las personas estén por encima de todo, para que sean el centro de la política y de las acciones políticas.

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